LA CARRERA DE LA VIDA Y SABER PEDIR PERDÓN
Va llegando el momento en el que uno necesita un respiro, pero de esos que llenan de aire lo más profundo de tu ser. La vida es una carrera de fondo, lamentablemente a veces se trunca en una inesperada desgracia y se acorta, realidad que hemos de tener siempre muy presente.
Pero llegados a un cierto kilometraje de esa carrera, hay cosas que empiezan a pesar: no la edad, sobre la que me critican siempre que digo que ya "estoy viejo", sino por las cosas que uno queriendo o sin querer va colocando en su mochila, esa con la que también irremediablemente tiene que hacer el camino.
Reflexionas y encuentras en una mirada hacia atrás, el lastre que sueltas con suavidad pero con firmeza de quienes te prometieron y no cumplieron (traidores), de quienes te dijeron pero nunca te hablaron (mentirosos), de quienes te sonreían pero te miraban (falsos); de los que te dijeron que estarían a tu lado y jamás los has vistos (hipócritas) y finalmente, quienes en el nombre de Dios te hablaron de Él pero no vistes un ejemplo de vida en todo ello (fariseos), de los que por cierto, estos últimos son muchos más de los uno podía imaginar y además siguen corriendo a tu lado en esa carrera que digo es la vida.
Sin embargo y gracias a Dios, también están quienes sin decir nunca nada, no te abandonan (fieles), te animan y son tu avituallamiento para poder intentar llegar a la meta (amigos), pero sobre todo, aquellos que al caer, te dicen que volverá a ocurrir pero ten enseñan dos cosas: cómo levantarte y, qué hacer para que no te vuelva a pasar.
A estos mereces la pena pedir "perdón" cuando uno no alcanza el punto adecuado o no responde a la expectativas deseadas, a ellos "perdón, perdón..."
Por eso digo que llega un momento en uno necesita el aire de la serenidad, del sosiego, de la mirada limpia de la realidad para llenar esos pulmones que son motores para que puedas realmente romper la cinta de la meta.
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